La economía mundial sigue amenazada por episodios diferentes que reflejan la inestabilidad, la fragilidad y sobre todo la enorme incertidumbre sobre su evolución tanto en el futuro inmediato como a medio plazo.
Una situación de incertidumbre que se refleja en fenómenos como la devaluación del yuan y la situación económica general de China; los graves problemas en países emergentes muy relevantes como Brasil, en profunda recesión; los problemas de Rusia, derivados en parte por la evolución del precio del petróleo y las consecuencias del conflicto en Ucrania; o la falta de dinamismo económico en la eurozona. A esto hay que añadir las dudas que han aparecido en las últimas semanas sobre la situación real del sistema financiero y, en especial, de algunas entidades sistémicas de Alemania o Francia.
Ha pasado casi una década desde que en el verano de 2007 se empezaron a manifestar los problemas que carcomen al sector financiero mundial y seguimos prácticamente con esos mismos problemas de fondo. La hipertrofia financiera y el papel dominante de lo monetario sobre la economía real; los desequilibrios entre áreas geográficas que generan flujos de capital enormes y crecientes; la desigualdad social que debilita la demanda interna, al tiempo que genera enormes riquezas en manos de una minoría que busca rentabilizarlas en mercados especulativos y de corto plazo; la globalización sin normas ni controles, en especial del capital financiero…. Estas son las razones estructurales de la inestabilidad económica desde hace 30 años. Ninguna de ellas ha sido atajada, por lo que esa inestabilidad va a continuar.
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