El sindicato considera que las evaluaciones suponen una carrera de obstáculos que perjudica a la mayoría del alumnado y que la escuela puede terminar convirtiéndose en una academia en la que se prepare para superar test memorísticos.
Los estudiantes de tercero de Primaria de castilla y León realizarán los días 26 y 27 de mayo de mayo la evaluación externa prevista en la nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Consta de tres partes divididas en 69 ejercicios: una de comprensión oral y escrita, otra de expresión oral y escrita y una tercera de cálculo y resolución de problemas. La gran mayoría de estas actividades consisten en preguntas tipo test de respuesta múltiple.
Se trata de una evaluación selectiva ya que, tal y como indica el artículo 20.2 de la LOMCE, el resultado obtenido podría tomarse en consideración a la hora de repetir curso, lo que, a una edad tan temprana es un indicador de la falta de voluntad de reducir la tasa de abandono educativo temprano, la más alta de la UE (el 21,9% frente al 11, 1% de la media europea), y traducirse en mayor fracaso y en una merma de la igualdad de oportunidades, sobre todo del alumnado más desfavorecido, al quien se destina a unos itinerarios sin salida.
Se rompería así una tendencia de décadas: hay que recordar que en el curso 1965-66, cuando todavía existía la reválida del Bachillerato Elemental (cursado entre los 10 y los 14 años) la mitad de los alumnos no superaron dicha prueba, y que en aquella época, cada 100 alumnos que iniciaron la Enseñanza primaria en 1951 (con 6 años) sólo 3 alumnos culminaron sus estudios universitarios en 1967.
La evaluación es, además, un poderoso instrumento de política educativa, ya que lo que se evalúa es lo que importa. Es de temer, como ya ocurre con pruebas de este tipo en otros países, que, a partir de ahora, la evaluación deje de servir para hacernos aprender de los errores y que la actividad docente se centre en entrenar para este examen, relegando las metodologías activas y el tratamiento integrador de la diversidad, para acentuar el carácter memorístico de un sistema educativo que sigue sin preparar de manera suficiente a los ciudadanos para comprender y actuar en la realidad.
Por otra parte, el Marco General de la Evaluación Final de Primaria asegura que "se podrá ofrecer resultados promedios y niveles de rendimiento para cada alumno, grupo, centro y territorio", lo que supone en la práctica que el Ministerio de Educación permite hacer rankings para comparar los centros, aunque en estos momentos la Junta de Castilla y León apueste por no hacerlos. Rankings que conseguirán que las escuelas se hagan más selectivas, y rechacen al alumnado que presenta dificultades, por empeorar la clasificación del centro, que puede terminar ligada a los ingresos que reciban colegios e institutos, favoreciendo, de paso, la división creciente entre centros de élite y guetos escolares.
Además el adiestramiento en la cumplimentación de test no necesita de profesorado con buena formación pedagógica y avanza un proceso de desprofesionalización docente que espera el momento oportuno para dar un salto cualitativo: el de reconvertir profesores y profesoras en adiestradores para pasar pruebas de reválida, sobre cargados de trabajo y mal pagados.
Se estaría apostando por un sistema educativo fracasado, como es el sueco, donde empeora la calidad de la enseñanza (así lo reflejan las propias pruebas internacionales) y aumenta la desigualdad social en educación, como resultado de unas políticas que se caracterizan por la llamada libre elección de centro, la competición entre ellos y las "reválidas, frente a otros como el de Finlandia, que atrae la admiración del mundo por un éxito basado en la apuesta por mejorar la formación del profesorado, la autonomía real de los centros y unas ratios reducidas.
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Los estudiantes de tercero de Primaria de castilla y León realizarán los días 26 y 27 de mayo de mayo la evaluación externa prevista en la nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Consta de tres partes divididas en 69 ejercicios: una de comprensión oral y escrita, otra de expresión oral y escrita y una tercera de cálculo y resolución de problemas. La gran mayoría de estas actividades consisten en preguntas tipo test de respuesta múltiple.
Se trata de una evaluación selectiva ya que, tal y como indica el artículo 20.2 de la LOMCE, el resultado obtenido podría tomarse en consideración a la hora de repetir curso, lo que, a una edad tan temprana es un indicador de la falta de voluntad de reducir la tasa de abandono educativo temprano, la más alta de la UE (el 21,9% frente al 11, 1% de la media europea), y traducirse en mayor fracaso y en una merma de la igualdad de oportunidades, sobre todo del alumnado más desfavorecido, al quien se destina a unos itinerarios sin salida.
Se rompería así una tendencia de décadas: hay que recordar que en el curso 1965-66, cuando todavía existía la reválida del Bachillerato Elemental (cursado entre los 10 y los 14 años) la mitad de los alumnos no superaron dicha prueba, y que en aquella época, cada 100 alumnos que iniciaron la Enseñanza primaria en 1951 (con 6 años) sólo 3 alumnos culminaron sus estudios universitarios en 1967.
La evaluación es, además, un poderoso instrumento de política educativa, ya que lo que se evalúa es lo que importa. Es de temer, como ya ocurre con pruebas de este tipo en otros países, que, a partir de ahora, la evaluación deje de servir para hacernos aprender de los errores y que la actividad docente se centre en entrenar para este examen, relegando las metodologías activas y el tratamiento integrador de la diversidad, para acentuar el carácter memorístico de un sistema educativo que sigue sin preparar de manera suficiente a los ciudadanos para comprender y actuar en la realidad.
Por otra parte, el Marco General de la Evaluación Final de Primaria asegura que "se podrá ofrecer resultados promedios y niveles de rendimiento para cada alumno, grupo, centro y territorio", lo que supone en la práctica que el Ministerio de Educación permite hacer rankings para comparar los centros, aunque en estos momentos la Junta de Castilla y León apueste por no hacerlos. Rankings que conseguirán que las escuelas se hagan más selectivas, y rechacen al alumnado que presenta dificultades, por empeorar la clasificación del centro, que puede terminar ligada a los ingresos que reciban colegios e institutos, favoreciendo, de paso, la división creciente entre centros de élite y guetos escolares.
Además el adiestramiento en la cumplimentación de test no necesita de profesorado con buena formación pedagógica y avanza un proceso de desprofesionalización docente que espera el momento oportuno para dar un salto cualitativo: el de reconvertir profesores y profesoras en adiestradores para pasar pruebas de reválida, sobre cargados de trabajo y mal pagados.
Se estaría apostando por un sistema educativo fracasado, como es el sueco, donde empeora la calidad de la enseñanza (así lo reflejan las propias pruebas internacionales) y aumenta la desigualdad social en educación, como resultado de unas políticas que se caracterizan por la llamada libre elección de centro, la competición entre ellos y las "reválidas, frente a otros como el de Finlandia, que atrae la admiración del mundo por un éxito basado en la apuesta por mejorar la formación del profesorado, la autonomía real de los centros y unas ratios reducidas.
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