Es urgente la concienciación social y la dotación de recursos económicos en el sector público para que los trastornos mentales no hagan estragos en la infancia y juventud. Un primer paso para abordar la prevención es dotar de recursos económicos a los centros educativos con niveles previos a la época de los recortes, por lo tanto es urgente revertir los recortes y gastar dinero en algo tan necesario como la salud mental de nuestros niños y jóvenes.
Según la Organización Mundial de la Salud, la mitad de las enfermedades mentales comienzan antes de los 14 años, pero la mayoría de los casos pasan inadvertidos y no llegan a tratarse. Mientras que lees este artículo alguien habrá perdido la vida víctima de un suicidio. Se calcula que hay una muerte cada 40 segundos en el mundo. Más de 800.000 personas se suicidan al año y precisamente el suicidio es la segunda causa de fallecimiento entre los jóvenes de 15 a 29 años. Las cifras conmueven. Se impone pararse a reflexionar sobre qué está pasando y cómo podemos poner freno a esta terrible escalada.
En las sociedades desarrolladas la doble preocupación de las familias por proporcionar la oportunidad de vivir experiencias significativas a los más pequeños, a la vez que suplir las carencias de tiempo real con sus hijas e hijos por problemas de conciliación laboral, conduce a niños extra-ocupados. Hay agendas infantiles propias de ejecutivos: demasiadas extraescolares, cumpleaños, multiaventuras y un interminable catálogo que puede resultar agotador. A partir de ahí aparece el estrés, la ansiedad y el cansancio crónico. Cada vez son más los expertos que aconsejan a las familias que pasen tiempo con sus pequeños. Si a esto añadimos la sobreestimulación derivada del excesivo uso de las nuevas tecnologías, se fragua un peligroso caldo de cultivo.
Riesgos en la adolescencia
En la adolescencia los riesgos aumentan: por un lado las inseguridades, miedos, inquietud ante un entorno cambiante en el que se reciben modelos hipersexualizados y artificiales que, en ocasiones, derivan en trastornos alimenticios. Sin olvidar la presión de grupo para el consumo de alcohol y drogas, que suele asociarse a conductas de riesgo y agravamiento de ciertos cuadros de adicciones. Merece especial atención el exponencial número de jóvenes con adicción a las videoconsolas y el llamativo aumento de la ludopatía en el entorno virtual.
Una mención dramática merecen los niños y adolescentes en zona de conflicto, donde a las continuas situaciones de estrés y ansiedad se suman experiencias traumáticas que necesitan una atención sanitaria adicional que en el 90% de los casos no se puede ofrecer.
Evitar la estigmatización
Tampoco hay que olvidar que las personas que padecen enfermedades mentales denuncian que la estigmatización es un daño añadido a la propia falta de salud mental. A pesar de que es muy común que a lo largo de nuestra vida soportemos algún tipo de trastorno, todavía cuesta admitir públicamente que se padece una enfermedad de este tipo. Es una labor de todas y todos concienciar y visibilizar estas realidades.
Un primer paso para abordar la prevención es dotar de recursos económicos a los centros educativos con niveles previos a la época de los recortes. Se da la paradoja que las y los que tienen que detectar casos en el alumnado están sometidas y sometidos a unos elevadísimos índices de riesgos psicosociales, causados tanto por el trabajo diario como por la precarización derivada de los recortes económicos en las administraciones públicas. Los recursos deben ser encauzados a los equipos de orientación, los planes de acción tutorial, reducción de ratios, reducción de horas lectivas, etc. A su vez, hay que potenciar la coordinación con los centros de salud mental de los municipios que también sufren la falta de financiación y que, en la mayoría de los casos, están muy por encima de su capacidad. Urge revertir los recortes y gastar dinero en algo tan necesario como la salud mental de nuestros niños y jóvenes.
Salud mental plena
En definitiva, es fundamental la concienciación de la sociedad para que todo lo relacionado con la salud mental deje de estar estigmatizado, aumentar la financiación en el sector público para proporcionar una atención de calidad y, fundamental, abrir el diálogo social par replantarse un nuevo modelo con condiciones laborales dignas y de conciliación que permitan que las familias puedan disfrutar de mayor tiempo con sus hijas e hijos. Entre todas y todos podemos lograr una infancia y juventud con una salud mental plena.