Los intentos por modernizar la escuela, acabando con el clasismo y la confesionalidad, que simbolizó la Institución Libre de Enseñanza, empezaron a dar frutos con la LGE de 1970, que abrió el camino para que se democratizase el acceso a la educación, al aumentar los centros públicos y el profesorado, y cambiar, también, contenidos y métodos, para adaptar la enseñanza a un público que había dejado de ser homogéneo.
Sin embargo, en los últimos años, el PP ha decidido desandar lo positivo del camino andado estos años, para retroceder en dirección a la escuela anterior a 1970, en un proyecto, que cristaliza en el borrador de la llamada Ley Wert, pero que lleva tiempo materializándose, con el consiguiente deterioro de las condiciones de trabajo del profesorado y de la Escuela Pública.
En ese camino, hacia una educación más desigual y clasista, el PP quiere acabar también con las metodologías pedagógicas activas, las que intentar acabar con el fracaso escolar que causa la escasa relevancia de lo que se enseña, para volver a contenidos enciclopédicos, controlados por reválidas, que nos devuelven a tiempos pasados, a la escuela del franquismo, la de las 4 reglas, “la letra con sangre entra” y la enciclopedia Álvarez.
La reciente resolución de la Dirección General de Política Educativa Escolar, por la que se establecen orientaciones pedagógicas sobre expresión oral y de expresión escrita en enseñanza primaria, va en ese sentido: no solo ataca la libertad de cátedra ( fijando el número mínimo de dictados semanales) si no que retrotrae a los peores tiempos de la enseñanza franquista, al sustituir la preocupación por que los alumnos entiendan lo que lean y se expresen con propiedad, por “el fomento de las destrezas… fundamentalmente las relacionadas con la gramática y la ortografía, con especial importancia en la utilización de técnicas como el dictado” o la lectura en voz alta, que recuerda el coro infantil que recitaba "mil veces ciento, cien mil; mil veces mil un millón" en el poema de Machado.
La Federación de Enseñanza de CCOO piensa, sin embargo, que si fuese verdad que, más horas de clase, más deberes en casa, más repeticiones, más autoridad del profesorado y más horas de las materias, llamadas, fundamentales, mejorasen los resultados, los logros educativos de la dictadura franquista habrían sido excelentes.
